El ojo de la nebulosa
- rbravoruiz
- 1 jun 2020
- 3 Min. de lectura

Este es un término muy interesante utilizado tanto en filosofía como en terapia existencial, se le conoce también como “perspectiva galáctica”, pero ¿en qué consiste?
Se trata de un atributo humano muy común, pero al mismo tiempo de muy alta categoría, además constituye un factor que podría llegar a sabotear despiadadamente nuestro desarrollo. Consiste en la capacidad de verse a sí mismo en perspectiva, es decir, de desacoplarse de uno para obtener un panorama tan alto que eventualmente llegamos a ser espectadores de nosotros mismos, en una palabra: la autocontemplación.
Viktor Frankl[1] va a llamarle “autodistanciamiento” y lo considera uno de los recursos espirituales básicos de la persona quien, a diferencia del animal, es capaz de poder distinguirse a sí misma de las cosas que le suceden y con las cuales interactúa. El problema de esta “perspectiva galáctica” comienza cuando dicha dinámica se vuelve demasiado recurrente, de tal manera que el individuo pasa a “habitar las alturas” de forma tan prolongada que, sin darse cuenta, comienza a romper su vínculo con la existencia. De ser eventuales espectadores de nuestra propia vida pasamos a abandonar por completo el protagonismo de la misma, para situarnos de manera obsesiva en aquella butaca que nos es permitido ocupar sólo para tomar un respiro de nuestra posición en el mundo, para permitirnos mirar con objetividad, rigor y amplitud los avatares de nuestra cotidianeidad, pero dicha dinámica debería culminar en un renovado abordaje de las cosas; en palabras de Irvin Yalom[2], con un “volver al mundo con un sentido de ironía”.
Autoanalizarse es únicamente posible desde la “perspectiva galáctica” pero no debemos dejar de apreciar que, como todo en la vida, aquello implica un riesgo: el de volverse más reflexivo de lo necesario al punto de abandonar las acciones seducidos por una nebulosa tentativa de control. A esta condición hiper racionalista Frankl va a categorizarla como una conducta obsesivo compulsiva, le llama “Hiperreflexión”. Evidentemente, al establecerse la hiperreflexión, es de entenderse que el ojo de la nebulosa pasó de ser una experiencia humana a una expresión psicopatológica.
La hiperreflexión, como su nombre lo indica, no tiene que ver con el adecuado uso de la capacidad reflexiva sino con su abuso, y en este orden de ideas lo que surge es la desintegración del individuo, el cual va a construir un abismo entre su pensamiento y el mundo que piensa, convirtiendo su entorno en una idea que asume diversas formas a las que adjudicará múltiples significados, pero que será incapaz de asumirla a través de un compromiso concreto, dicho de otro modo, dedicará su vida a pensar el mundo en vez de vivenciarlo.
Ya lo dijo Victoria Santa Cruz[3]: “Ahí dónde el análisis comienza la acción cesa”. Y claro que es preciso detener eventualmente nuestras acciones, pero con el objetivo de promover nuevas formas de ser y hacer, sin olvidarnos del compromiso que adquirimos desde que fuimos arrojados al mundo. Muchas veces, en aras de buscar la mejor perspectiva terminamos perdiéndola, y por pensar demasiado en la resolución de un problema terminamos generando otros; no en vano Ludwig Wittgenstein dijo: “La solución del problema de la vida se contempla en el momento en que se desvanece el problema”.
Ante la pregunta de “¿qué es mejor: pensar, hacer, o ser?”, tal vez sea conveniente encontrar la manera de seguir participando en cada cosa sin descontar las otras, en un intento por no despojarnos de nuestra espontaneidad e integralidad, las cuales se manifiestan por sí mismas desde que contraemos la categoría de individuos (in-dividuum), es decir seres indivisibles.
[1] Psiquiatra y neurólogo austriaco creador de la Logoterapia, 3era escuela psicoterapéutica vienesa junto al psicoanálisis freudiano y a la psicología individual de Adler. [2] Psicoterapeuta, catedrático y escritor estadounidense, uno de los fundadores del movimiento psicoterapéutico existencial. [3] Compositora, musicóloga, investigadora y escritora peruana; creadora del método de exploración corporal denominado “ritmo interior”.



Comentarios