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¿Es realidad la verdad?

  • rbravoruiz
  • 18 ene 2021
  • 5 Min. de lectura

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Esta pregunta pretende establecer una diferencia. Generalmente asumimos que ambas cosas significan lo mismo. Decimos “lo real” y pensamos que aquello se refiere a una concepción última y garantizada, a una sanción que determina que “lo real” es lo indiscutible y algo que no debe cuestionarse, y aún más, algo sobre lo cual deben edificarse todos nuestros pensamientos, ideas, criterios, proyectos de vida y demás. La idea de esta reflexión es repensar la realidad, y en especial, repensar el significado de la misma.


Escuchamos a la gente decir cosas como: “háblame de cosas reales”, “tú no pisas la realidad”, “en realidad estás equivocado”, “nada de lo que dices es real”, etc. Y sobre la base de todas estas expresiones anida la idea de que lo real es lo indiscutible. Desde ese lugar surge la indistinción entre realidad y verdad; daría lo mismo decir: “este mundo es real” que decir: “el mundo es la verdad”. Arthur Schopenhauer[1] solía decir que para conocer la verdad de las cosas el mundo debe ser “desrealizado”. Probablemente lo que el filósofo quería decir es que la realidad, en muchos casos, nos aleja de la verdad. Desde este lugar tenemos una razón para indagar acerca de la posibilidad de diferenciar ambos conceptos.


Etimológicamente realidad significa “que posee existencia efectiva”[2]. La raíz lingüística que determina este significado es res o “cosa”. Sus componentes secundarios son alis (relativo a) y dad (con cualidad de). Si articulamos todos sus significantes lo real se puede definir como “aquello que tiene cualidad de cosa”. De hecho, a veces se refieren a la carne de vaca como res, asumiendo con ello la coseidad de dicho animal. Hay una palabra un tanto en desuso que es reificar la cual significa “volver res algo”, es decir, cosificar algo. Otras veces decimos cosas como: “¿es factible[3] mi visita a tu casa?”, lo cual significa: “¿puedo realizar mi deseo de visitarte?”, lo que a su vez significa: “¿puedo cosificar mi idea de acudir a tu casa?”. Dicho de otra manera, realidad significa volver concreto algo. Hacer de algo subjetivo algo objetivo[4]. También podemos entender la realidad como el acto de tomar una verdad y reducirla a la forma de realidad.


Desde luego todas estas ideas no son motivo de crítica, considero que hay lugar para toda expresión de la realidad. Considero también que es preciso cosificar/factualizar/realizar/concretar nuestros proyectos y deseos en el mundo. Pero, trayendo a colación a Schopenhauer, también es importante aprender el arte de, eventualmente, aprender a desrealizar el mundo, es decir, ir más allá de la estructura de lo real.

Schopenhauer pensaba en la manera de entender a Platón cuando intentaba explicar que el mundo sensible (la realidad) ocultaba un mundo inteligible (la verdad)[5], un mundo que se constituye de una esencia distinta, un mundo que no puede ser fácilmente percibido, que demanda un tipo particular de esfuerzo. Un mundo que se hará manifiesto en cuanto el ser humano indague profundamente sobre aquello que sustenta toda la colosalidad de lo cósico.


Al poco tiempo Schopenhauer no cabía en sí de tanta dicha (cosa extraña conociendo el perfil histórico del célebre pesimista) al ponerse en contacto con las primeras traducciones al alemán de los Upaniads de la India[6]. En estos textos encontró toda la argumentación que, en más de un sentido, le faltaron a Platón quien de un modo regiamente intuitivo había logrado acercarse a una visión esencial de las cosas, siguiendo quizá el “orden del corazón” del cual habló tiempo después Pascal[7]. Pero existen ciertos vacíos argumentativos en su planteamiento que fueron en gran medida resueltos por la cosmovisión india, a la que Schopenhauer rindió culto. Resulta que aquello que Platón denominaba “mundo sensible”, lo cual podríamos llamar también “lo real”, era llamado māyā por los filósofos indios. Māyā (mā: ‘no’, aiā: ‘es’) podría traducirse como “aquello que aparentemente es, pero que no lo es”. De acuerdo al diccionario sánscrito[8] también significa: “ilusorio” o “fraude”, siguiendo una línea muy cercana a la platónica. Otra definición de māyā es “lo medible” (mā: medida), es decir, aquello que es susceptible de ser pesado, medido, probado, olido; todo aquello de lo cual existe un registro tangible. Otra forma de plantearlo es que la realidad es precisamente todo aquello que puede ser comprobado por los sentidos. Pero, ¿qué hay de todo lo demás?


Schopenhauer, luego, encontró algunas pistas en relación a la “verdad”, aquella verdad parecida a lo que Platón denominaba “lo inteligible”, esa verdad que escapa a las medidas rigurosas, a lo que puede ser capturado, evaluado y sistematizado por medios tecnológicos y por los sentidos. Esa verdad de la cual no tenemos más información y sustento que nuestra percepción subjetiva. Esa verdad que se hace patente únicamente en el marco de nuestra experiencia interna, muy similar a lo que pasa con el amor: nadie lo vio, lo pesó o lo midió, pero decir por ello que no existe constituye una grosera expresión de insensatez. Volviendo a Schopenhauer, la verdad que andaba buscando yacía en el concepto de Brahman. Es difícil encontrar una palabra que pueda expresar íntegramente una idea tan compleja, pero muchos entendidos traducen Brahman como “lo espiritual”. Ciertamente, no considero que este sea un significado errado, pero en todo caso, como occidentales, considero que tenemos mucho que aprender en materia de espiritualidad para poder atribuirle a dicha expresión significados cada vez más amplios. Me atrevería a decir que Brahman podría traducirse como: “aquello que está más allá”, a saber, más allá de lo medible. Schopenhauer diría: la verdad se oculta tras el velo de māyā. La verdad subyace a la realidad.


No pretendo crear un epílogo o conclusión alguna, aún sigo confundido por la realidad y no logro diferenciarla de otras cosas que a veces siento “más o menos” reales. Lo que me queda absolutamente claro es que si mi corazón sigue latiendo comprendo que debe ser porque hay una verdad que urge ser develada, una verdad que supera con creces cualquier realidad. Toda realidad nos ofrece garantías, las garantías de lo concreto, de lo sensible, de lo inmediato. La verdad demanda un esfuerzo superior, demanda hacerse del valor de intentar despertar nuevas cualidades, una visión distinta, una manera de apreciar y percibir los sucesos que nos remitan a una constante proyección, más allá del fenómeno, más allá de lo que con absoluto desparpajo se presenta ante nosotros con apariencia de verdad, y a lo cual, por lo general, le ofrecemos toda nuestra hospitalidad sin preguntarnos si aquello es algo más de lo que su apariencia plantea.


Realidad y verdad, en un sentido muy profundo, no deben entenderse como dos cosas contrapuestas o enemistadas, ya que una es subsidiaria de la otra. Todo lo real se presenta ante uno para invitarlo a que lo supere. Toda realidad es una oportunidad de acercarse a la verdad para todo el que tenga el valor de dudar de todo aquello que nos confiera una ilusoria sensación de comodidad. La realidad no es más real que tu capacidad de dudar de ella. Esa es la verdad.


[1] http://www.filosofia.org/enc/ros/sc7.htm [2] Breve Diccionario etimológico, Joan Coromines. Editorial Gredos. [3] Factible deriva de factum, a saber, cosa. [4] De esta idea se desprende que al objetivar un asunto subjetivo solo estamos objetivando una parte de dicha subjetividad. [5] Véase “La alegoría de la caverna”. [6] Para mayor información sobre este punto recomiendo el libro “Notas sobre Oriente” recopilado por Giovanni Gurisatti. [7] https://revistareplicante.com/el-principio-del-corazon-de-blaise-pascal/ [8] Sanskrit – English – Dictionary, M. Monier Williams.

 
 
 

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