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Una Maestra Peruana (Segunda parte)

  • rbravoruiz
  • 28 sept 2020
  • 8 Min. de lectura

Actualizado: 29 sept 2020


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Descubrimiento y desarrollo del ritmo interior

Este es el nombre del sistema filosófico/experiencial creado por Victoria Santa Cruz sobre la base de sus propias vivencias y el sostenimiento y profundo análisis de los diversos estados emotivos/orgánicos surgidos de estas. Cabe mencionar que dicho sistema la llevó a ser nombrada profesora vitalicia en la prestigiosa universidad Carnegie Mellon; Pittsburg, Pensilvania. Ahora, pasaré a intentar compartir algunas nociones de dicho sistema, las cuales, en el mejor de los casos, podrían ser aplicadas por el lector en la medida que podamos conjugarlas con aquellos elementos que constituyen nuestra actividad cotidiana.


Partamos por analizar las siguientes frases: “Soslayar la realidad es quedar atrapado en un laberinto de formas, incursionando en consecuencias” (2004, p.62). En otra parte declara: “En nosotros vive la posibilidad del reencuentro, siempre y cuando dejemos de hurgar en consecuencias” (2004, p.85).


En ambas frases la clave radica en la necesidad de diferenciar fondo de forma. Toda forma es, en última instancia, aquello que se manifiesta como consecuencia natural de direccionarnos honestamente a la búsqueda de un fondo intuitivo. La forma siempre estará al servicio del fondo, esa es y ha sido siempre su función. Max Scheler solía hablar de una cierta intuición metafísica que tenemos los seres humanos, la cual nos orienta a explorar las posibilidades implícitas en las alturas de lo humano, en aquello que subyace a la realidad y que posee una naturaleza constituida de idealidad, de virtud, de armonía. En un sentido, todos los atisbos de virtud que expresa el individuo, son una inequívoca señal de su natural inclinación hacia dicha dimensión ideal, y todo aquello que devenga en reacción es el resultado de hacer caso omiso a dicha intuición. La cosmovisión india apoya esta idea cuando plantea la ley del karma[1], aquel fenómeno que surge cuando el individuo atenta contra la naturaleza y contra sí mismo al actuar en disconformidad con su deber ser, y la consecuencia de ello es seguir generando más Karma, constituyendo así el samsara[2].


Jean-Paul Sartre plantea, desde una perspectiva similar, exactamente el mismo principio: “Hay inconmensurabilidad entre las esencias y los hechos, y quien empiece su indagación por los hechos no logrará nunca hallar las esencias.”[3]


El punto es que para inclinarnos a la esencia de las cosas tenemos a disposición una ilimitada diversidad de medios, pero por algún extraño desajuste cultural hemos confundido el medio con la meta.


Hurgar en consecuencias es para Victoria iniciar una frenética búsqueda en las formas ignorando la naturaleza del fondo. Si nuestra vida se centra en el permanente y compulsivo abordaje de los acontecimientos como hechos aislados de un trasfondo integrador, únicamente conseguiremos incrementar la confusión y la ansiedad; nuestra vida comenzará a fracturarse en diversas partes que no podrán ser conjugadas entre sí, desarrollando una visión fragmentaria del mundo y de nosotros mismos, y a su vez, concibiendo la idea de integración como una utopía o mera idealidad. Esto traerá como consecuencia el que la persona pierda la habilidad de integrar su pasado con su presente; el legado de sus ancestros con la cotidianeidad; la facultad de generar lazos vinculares poderosos y comunidades prósperas, sostenidas sobre la base de unidad en diversidad.


Si lo pensamos con objetividad, esta es precisamente una característica predominante en la forma de ver el mundo del hombre moderno: una visión fractalista, no holística, no conjugable con la totalidad; una visión que deviene en un extremo y dañino individualismo que no solo se refleja en dificultades presentes en su interrelación con el medio ambiente, sino en la relación consigo mismo. El individuo no intima consigo, solo conoce algunas partes de sí con las que le gusta interactuar, y de las que generalmente intenta devengar algún beneficio inmediato.


Victoria, a través de su sistema pedagógico, intenta resolver este dilema existencial empleando para ello las artes expresivas y la música -básicamente la percusión- como punto de partida para emprender una profunda exploración que develará paulatina y progresivamente la naturaleza del fondo. A través de ciertos ejercicios concretos, los cuales, a decir de ella, constituyen el legado de sus ancestros, es posible realizar la integración de nuestra experiencia sensorial con la dimensión del pensamiento y la palabra, y por qué no, con aquellas otras dimensiones metacognitivas que los eruditos en el Vedanta[4] asociaban con estados de conciencia prereflexiva que el individuo no tenía que explicitar para obtener alguna significativa noción de las cosas; dicho de otro modo, una persona con una concepción holística de las cosas vive, actúa, piensa y dice plenamente todo, aun cuando no sea del todo consciente de su sabiduría.


Victoria pone como condición dos cosas: el que la persona aprenda a remitirse al presente; y que sea capaz de “amarrar” su experiencia a la posibilidad de comunicar con claridad; permitiendo generar vínculos humanos que aporten al crecimiento de la comunidad en primera instancia, y al de toda la raza humana, en última. Utiliza como punto de partida, para la realización de tan osado emprendimiento, un análisis de lo que acontece en una competencia de zapateo peruano[5]. Los contendores parten sobre la base de cierta estructura aprendida, y comienzan así una amistosa batalla artística en la cual, cada quién, dispone de un tiempo específico para improvisar nuevos movimientos, pero, con el compromiso de cerrar su participación remitiéndose a los movimientos base; de esa manera se pueden conjugar creatividad y tradición.


Es importante señalar lo siguiente, cuando usamos la palabra “competencia” nos remitimos a su significado originario, siendo su estructura etimológica competere (con: junto a; petere: buscar, pedir) lo cual significa “buscar junto al otro”, significado totalmente alejado de la concepción moderna del término, el cual más bien se refiere a la idea de ascender usando al “perdedor” como peldaño. La competencia en un duelo tradicional de zapateo peruano tiene como objetivo el que los testigos del duelo puedan aprender mirando lo que los contendores co-construyen desplegando para ello sus respectivas habilidades, una al servicio de la otra, y ambas en una comprometida búsqueda del bienestar común.

Pero un requisito es el cumplimiento de ciertas reglas, como el “amarre”, lo cual significa, el compromiso de los contendores de enlazar sus improvisaciones a los pasos estructurales que fundan la tradición, de manera que si alguno de los participantes no es capaz de realizar dicha integración es visto como un acto de arrogancia y charlatanería, motivado sólo por la idea de “ganar”. La integración de creatividad y tradición es para Victoria la señal de que tan importante como el desarrollo de habilidades individuales, es el compromiso por contribuir con el desarrollo de los demás miembros de la comunidad.


Pero la única manera de realizar una sabia integración es desarrollando una profunda atención, una superlativa experiencia del silencio. La música no solo se constituye de sonidos, es fundamental el silencio para permitir que los sonidos puedan agruparse de manera armoniosa. La única forma de que un zapateador pueda “competir” genuinamente con el otro es integrándolo a su experiencia, lo cual implica que cuando sea el turno del otro, el primero debe absorberse en el silencio para una profunda captación de su aporte. Absorberse en el silencio no solo implica no generar ruido o movimiento alguno; también significa estar internamente conectado con el otro, de tal manera que nuestro silencio no sea solo un momento de espera antes de intentar “hacerlo mejor en mi turno”.


Si llevamos estas nociones a la cotidianeidad, encontraremos que este mismo principio puede ser aplicado al campo de las relaciones humanas. Nuestra interacción con otros seres humanos está llamada a ser una relación de estar junto-al-otro, construyendo mejores posibilidades de ser y de estar. Mi silencio ante la narrativa del otro no debe ser un simple “espero mi turno para hablar”; debemos convertirlo en un momento de recogimiento, de integración, de absorción en el otro a la espera de poder consolidar mis aportes en conjunción con los suyos. Aquello no es solo estar genuinamente presente, es también “amarrar” mis talentos y compromisos; mi individualidad y mi universalidad.


Algo similar dice Victoria ocurre cuando, en el contexto de una improvisación, el cantante de una orquesta interactúa con el cuerpo de coristas, los cuales van a cantar repetitivamente una melodía con una determinada estructura, y el cantante solista tendrá que enlazar sus improvisadas melodías respetando el patrón rítmico que establece el coro, y cada nuevo movimiento vocal debe corresponder a esta relación métrica/tonal al tiempo de generar nuevas e intensas melodías, siendo la creatividad y el talento regulados por el compromiso de siempre respetar la estructura musical del otro, de tal manera que se co-construye un verdadero diálogo musical. Los músicos saben que romper arbitrariamente estas estructuras es algo de gravedad, pues se atenta contra la totalidad de lo que intenta construirse y contra cada parte que la conforma.


Nuevamente, todas estas consideraciones son susceptibles de ser replicadas en nuestro día a día, reconociendo que los diálogos y acciones que establecemos con diversas personas son una grandiosa oportunidad para aprender a conjugar creatividad y compromiso. El silencio nos invita a integrar al otro, y no solo a “aguardar nuestro turno”. Es diferente callar que guardar silencio; se calla aquel que está a la espera de volver a hablar/actuar; y, guarda silencio aquel que intenta aprender del otro. En la medida que podamos desarrollar cada vez más esta habilidad podremos ser cada vez más capaces de integrar a los demás en nuestro anhelo por construir una mejor condición para todos, y la de integrarnos en el anhelo de los otros de forma favorable.


Si nuestra atención no se abre rigurosamente al silencio, nuestra ruptura de este será una expresión de nuestra disociación con el todo, se manifestará lo que Victoria llama el sentido de arritmia. Aquello a su vez, es un síntoma inequívoco de nuestra omisión al presente, y no estar en el presente significa renunciar a todo compromiso individual y colectivo. Seguiremos contemplando los sucesos de manera fragmentaria, frustrándonos por el carácter intrincado y no integrativo de las cosas, lo cual devendrá en escepticismo, individualismo extremo, conductas compulsivas, etcétera; en palabras de Victoria seremos “rechazados” por la estructura de la realidad y desde ese lugar el mundo y la experiencia individual siempre serán una situación ajena, incómoda y desgastante.


La práctica del ritmo interior puede producir el que la persona logre identificar cómo y desde dónde se generan los obstáculos, entendiendo que son precisamente dichos obstáculos parte del arsenal de medios de los que disponemos para gestar nuestro progreso y evolución.


Deseo cerrar este texto compartiendo algunas poderosas frases y aforismos de Victoria Santa Cruz, y pidiendo al lector que intente hacer un esfuerzo por trascender las imperfecciones del presente escrito para lograr captar la idea que intento transmitir en torno al pensamiento de Victoria, una idea que podría resumirse en estas pequeñas líneas: Si soy capaz de identificar el obstáculo, podré ser también capaz de instrumentalizarlo en favor de mi propio proceso, reconociendo que en última instancia es uno mismo aquel que promueve la naturaleza benéfica o meléfica de cada uno de los sucesos de mi día a día. “El enemigo vive en casa”.


“Mientras no sepa quién soy tendré que buscar a quién culpar”

“Todo lo exuberante es exceso, y donde hay exceso hay ausencia”

“El río está siempre ahí, pero el agua no es nunca la misma”

“Si el profesor no conecta consigo mismo, no sabrá de dónde surge la dificultad con el alumno”.

“El miedo se arma de una máscara de poder e impone; si la real fuerza impusiera perdería su calidad de fuerza”

“Cada uno de nosotros representa una parte del todo. Trabajemos pues la parte que nos compete y descubramos el todo al tiempo que realizamos la parte”

“No hay alquimia sin fuego”

“Todo lo que estamos haciendo necesita de una presencia. No hay nada insignificante desde el momento en que uno está involucrado”

“Es increíblemente interesante el constatar como dentro de las culturas a las que se tilda de inferiores o primitivas, estos seres no separan de la vida cotidiana aquello que en las culturas denominadas evolucionadas se conoce como disciplinas artísticas”

“Es por desconocimiento del sabor de la salud que nos percatamos de no estar sanos sólo cuando estamos ya enfermos”

“No olvidar que el medio es eso, un medio; un medio que estando en el exterior debe ser por nosotros trabajado perseverando desde nuestro interior. Esa es la misión del medio, que no debe trastocarse en meta, de lo contrario caemos en una gran trampa, por hurgar en consecuencias”

“El hombre no tiene nada que inventar sino devenir”

“Salud a un cierto grado es conocimiento”

“Imposible crear sin creer y viceversa”

“Es preciso entrar en sí mismo, ya que el secreto no esa salir, sino entrar. Las reales batallas se vencen desde el interior, sin testigos que nos gratifiquen diciendo «¡Bravo!»”

[1] Acción y reacción. Toda acción genera una reacción concomitante. [2] Ciclo continuo de nacimientos y muertes. De acuerdo con la cosmovisión védica, aquello es la causa de todo sufrimiento. [3] “Bosquejo de una teoría de las emociones”; 1965, p.19. [4] O Uttara Mimamsa, fundado por Vyasa; es un sistema filosófico, el cual, junto a Nyāya, Vaiśeṣika, Sāmkhya, Yoga, y Purva Mīmāmsā, constituyen los sat darsanas o seis escuelas filosóficas de India. [5] http://linajeperuano.com/noticias/el-zapateo-peruano-un-latido-al-compas-del-cajon/

 
 
 

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