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El presidente más feliz: una mirada desde el inconsciente colectivo

  • rbravoruiz
  • 29 jul 2024
  • 3 Min. de lectura

Por: Giuliano Milla Segovia


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En el marco del XXXVI Festival Danza Nueva del ICPNA, llega la propuesta inmersiva de Cristina Velarde, con El presidente más feliz, que de inicio a fin propone el movimiento, el gesto, y toda forma de sensorialidad como puntos clave de la absorción en la experiencia teatral. A partir de un manejo físico de alto alcance, el elenco nos revela una nueva manera de aproximarnos a las narrativas y relatos de la clase política de nuestro país, desde la sinestesia sensorial, la hiperestesia afectiva, la propiocepción y un uso plenamente dosificado de la palabra.

Proponen participar del escenario desde aperturas rítmicas y vacantes de percepción, que invitan a envolvernos en este banquete dionisiaco, del que de vez en cuando aparecen figuras para devolvernos a la realidad de la institucionalidad, las estructuras socio-políticas, y los estamentos históricos sobre los que se construyen los derroteros nacionales.


Imaginario colectivo e inconsciente colectivo

El imaginario colectivo se nutre de estas imágenes fugaces, en nuestra memoria guardamos episodios involuntariamente, captados a través de la televisión, las redes sociales, la propaganda proselitista, que se mezclan con nuestros contenidos afectivos e inconscientes. Estos contenidos son material onírico, ya que son imágenes que al pasar por el puente de lo imaginario-colectivo van a parar a la despensa del inconsciente colectivo. La clase política troca en imagen, en ídolos del inconsciente que a modo de escondite se camuflan en los horizontes oscuros de nuestra vida irreflexiva.

El inconsciente personal, y más aún, el inconsciente colectivo, pertenece a la razón irreflexiva, meramente pasional y fluctuante, es un galimatías de la realidad. No hay que decodificarlo porque no hay un código desde el que se le pueda interpretar. Es una canción sin pauta o una estructura que dormita en el caos. En esa anarquía se revela la política en el inconsciente. Esto es, una participación más primitiva que el logos del zoon politikón aristotélico. Aquí no hay metrópoli, ni Polis. Más bien es un oráculo délfico del que se desprenden cantos sibilinos que buscan rendirle pleitesía a Dioniso. Es un baño en vino que embriaga a las sombras de los políticos. 


Anarquía e inconsciente

La obra, a mi parecer, apela a la anarquía primitiva sobre la que campea el inconsciente, ese caos de las imágenes que solo valen por sus resonancias, por su disposición y multidireccionalidad, por su sentido expansivo y sus significantes in crescendo. La puesta de Cristina Velarde, no entrega una narrativa que dirija la opinión, no es su propósito narrar, sin embargo, algo se dice, pero más bien, se canta. Es menos una epopeya y más una elegía o una sátira. Es menos una crónica, y más un poema. Una búsqueda del desamparo de la ciudadanía y la expresión del maquiavelismo del poder.

El sonido orgánico, los visuales, la exploración kinestésica, esos movimientos vibrantes, sinuosos y determinados de todo el elenco, hacen que la obra no pierda el compás, que se erija la armonía y que se encuentren en constante composición.


El país alternativo

No hay duda del inmenso trabajo de exploración de la corporalidad, de la explosión del gesto, de la sátira, del gesto panfletario y la parodia, que dejan impresiones y abren jirones en el inconsciente de la gente, que van al encuentro colectivo de plazas oscuras, erigidas desde el apagón. Hay un país alternativo, que despierta cada tanto, que se vuelca en manifestaciones, en arrebatos y enfrentamientos, en movimientos sociales y subversiones. Eso es, una sub-versión de ese otro lado, esa realidad que no desrealizamos, un país camuflado, que es más un depósito, ese Perú alterno que no tiene nada que ver con maravillas del mundo ni ríos o quebradas, sino que se acerca más al costo de lo reprimido: un intento de institucionalidad.

‘El presidente más feliz’ es una propuesta biopolítica, un encuentro entre movimiento y afecto, en otro sentido es un activismo desde la biodanza, ya que nos invita a la autoconsciencia de nuestros afectos, sensaciones y movimientos internos en la esfera de lo político, de las relaciones con la autoridad, el poder y las instituciones, una oportunidad de reeducación afectiva y un replanteamiento de nuestra posición vital ante las estructuras oficiales de nuestro país.

La entrega es una exquisita experiencia inmersiva que contó con las afortunadas participaciones de Cristina Velarde, Mariel Tamayo, Fer Escudero, Miguel Campana, Lui Vizcarra, Paul Lazo.

 
 
 

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